Ha pasado el tiempo,
pero la Amargura mantiene el mismo carisma de siempre, esa prodigiosa sencillez
que
le da lo sublime, sin alarde, sin la menor estridencia. El núcleo original de
este portento son dos imágenes de
distinto autor que forman el más perfecto
grupo escultórico que se lleva bajo palio. A su alrededor, todo es
singular,
bordados y orfebrería que marcaron hitos. Y, a la vez, todo es simple y
estático, como siempre, la
marcha procesional de siempre, hasta costaleros que
recuerdan a los antiguos y nazarenos que conocen a
otros nazarenos. ¿Qué
novedad podría introducirse en la Amargura? En otra época las hubo, pero luego
el
tiempo se detuvo, se recreó en sí mismo y quiso ser luna eterna para ver un
dialogo que se siente y no se
oye. Tiempo inmortal de Amargura en Guadalcanal.
J.J.L
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