martes, 23 de octubre de 2012

Extiende tu mano, Amargura.





Dos suaves, armoniosas, sutiles
 pero a la vez tan hermosas,
que mi corazón se desgarra
 de emoción contenida con sólo mirarlas,
y no te digo “na” si voy a besarlas


Lugar en el cuál se posa tu paño de lágrimas,
lugar donde pende el rosario, 
que al compás de tu marcha señora,
se mezcla entre las nubes
que por doquier,
 va derrochando el incensario.


El discípulo amado, 
que a tu lado siempre va,
las sujeta para que no desfallezcas, Madre, tras
haber soportado tanto dolor, 
que en tu corazón se ha acumulado.


Privilegiosas fueron al secar la sangre de Cristo,
cuando tres crueles clavos
 sus extremidades atravesaron.
Sangre que, poco a poco,
 emanando iban
hasta llegar a tus inmaculadas
 y hermosas manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario